jueves, marzo 23, 2006

Hágaselo todo usted mismo

A veces la nostalgia no resulta una, roja y gualda e indivisible. A veces, a ráfagas, el blanco y negro trae más vida y cromos y niñez y las cosas en su sitio. No siempre el tiempo pasado fue mejor, vaya axioma, pero tampoco los momentazos modernos suponen felicidad a raudales.
Hubo una época en que éramos más pobres y felices, pero cuando mi padre quería repostar gasolina para que el 127 amarillo con la capota negra nos llevara al pueblo de mi madre siempre había un empleado para facilitar la labor. En aquellos entonces a nadie se le hubiera ocurrido coger la manguera del surtidor y servirse una ración de combustible.
Incluso cuando el color empezó a imponerse en esta parte de Europa, uno podía comprar naranjas sin necesidad de enfundarse unos guantes, elegir una bolsa, escoger el género, introducirlo en el recipiente, lacrarlo y pesarlo. Solamente había que pagar. Y era, como quien dice, ayer mismo.
Y en los grandes almacenes se desvivían (con exceso) por cumplir con el cliente. Ahora hay que perseguir a los dependientes para que te atiendan. Y si pides un consejo casi mejor hacerlo al oráculo de Delfos porque pueden saber de la mercancía lo que Zapatero de relaciones internacionales o Zaplana de tacto o Acebes de manejo de crisis o Maragall de templanza.
Los filósofos de la posmodernidad se hartaron de diseccionar (más literariamente que otra cosa) los tiempos que nos han tocado... la sociedad transparente, la era del vacío, del ocio, la aldea global... Parole, parole, que cantaba Mina. Lo que verdaderamente define a estos años que corren delante de nosotros es la imposición del hágaselo todo usted mismo: gasolina, manzanas, vídeos, mobiliario, declaración de la renta... todo absolutamente todo nos lo curramos nosotros, sin que el Estado y el empresario de turno se acuerden de rebajar del precio nuestro esfuerzo laboral. Es el timo de la autosuficiencia, del onanismo mercantil. Nos hacen creer que podemos hacer todo nosotros solos, sin ayuda de nadie. Pero realmente nos sobrecargan con un trabajo que ellos estarían obligados a hacer. Cuando charlo con un surtidor en una estación de servicio me siento como un lancero bengalí, un ulano o el explorador de un planeta que no existe.

3 comentarios:

Mr. Hun Shu dijo...

La autosuficiencia es la victoria de Eduardo Benavente. También es el triunfo de la frialdad del individualismo. Autosuficiencia o autodeterminación. En America, Baudrillard decía que el fin del mundo era un hombre, walkman en la mano, haciendo footing hasta desfallecer en una playa rodeado de soledad. Qué es mejor, la deriva o la marginación. Masturbación. Que nadie me toque las pelotas. Integrémonos sin ser integristas, y aunque la comida integral es sana, también un poco de grasa biene viene bien para el buche, o para untar el cuerpo de alguien que te susurra al oido "dame más gasolina, dame tu gasolina..."

alea jacta est

Euskal Herrian, 2006ko martxoan
Mr R.

Antonio M. Figueras dijo...

Pero la falsa autosuficiencia es un yugo del sistema

Ángel dijo...

Por otra parte, se me ocurren muchas cosas que debe hacer uno mismo. Nadie conoce el propio cuerpo como uno mismo, Sr. Figueras. El exmanen de conciencia tambiém requiere soledad y autonomía, aunque no es lo mismo. Salud y buen fin de semana